ATENCIÓN, MINAS.

Seguimos viendo cómo una gran parte de la sociedad española permanece como adormilada, inerte y prácticamente indiferente, cuando se están produciendo hechos gravísimos que ponen en entredicho nuestro presente, tratan de borrar nuestro pasado y comprometen gravemente nuestro futuro como nación.

Vivimos la deriva totalitaria de una izquierda que pretende desmembrar – hay que decirlo una vez más – una de las naciones más antiguas de Europa y que asume como propios los disparates antihistóricos, irracionales, falsos y absurdos que ayudan, animan y favorecen el desmoronamiento de España.

Es una constante, por eso se diferencia del resto, no ya de las europeas, sino mundiales, al hacer suyas unas teorías cuyo origen está en nuestros enemigos seculares, principalmente Gran Bretaña y Francia y, que, desde hace muchas décadas adoctrinaron a los llamados "libertadores" de América, a algunos liberales españoles de la época, y siguieron con la izquierda actual. Todo envuelto en una pátina falsa de "modernidad y progreso".

Obediencia ciega a esas consignas, que, asumidas como propias, niegan la existencia de su propia nación.

El plan es perfecto: labor de zapa y división que favorece de forma constante la formación de conflictos internos. 

Si a esto unimos la leyenda negra, de la que son fervientes defensores, tenemos un cóctel artificioso para que nuestro potencial nacional se vea mermado de forma crónica, impidiendo de paso nuestro posicionamiento apropiado en el concierto internacional.

Esta recua de farsantes siempre le hace el juego a intereses extraños, asume las traiciones más perversas, y da paso a la hispanofobia más fanática. 

Todo lo que está ocurriendo con el separatismo proetarra y con el golpismo catalán es difícil de asimilar.

Concesiones vergonzosas de lesa traición que este desgobierno de malvados otorga a un nacionalismo insaciable que nos priva de la igualdad de los españoles ante normas y leyes, lo cual redunda en un recorte de libertades y derechos que sirven para dar consistencia y forma a las democracias.

Para lograr sus planes, el Gran Felón ha tomado el Estado al asalto, colocando en los organismos e instituciones, que deciden el discurrir equilibrado de cualquier estado liberal, a sus amigos y militantes destacados.

Gobernar, lo que se dice gobernar, resolviendo los problemas que acosan diariamente a los españoles, para este obsceno personaje es lo de menos. 

Vivienda, transportes, sanidad, educación, cesta de la compra, relaciones internacionales, cifras de paro, no ya maquilladas sino falsificadas sin recato alguno, reflejan manipulación continua y falacias permanentes. 

La gestión es utópica, agravándose con la disminución sucesiva de recursos en ministerios claves como el de sanidad; despilfarrando nuestros impuestos en ideologías lesivas, mientras bajan de forma alarmante la calidad de todos los servicios públicos a pasos agigantados. 

Según las últimas investigaciones y los últimos datos referidos a la trama de corrupción que anega desde hace tiempo a la mayor parte de este desgobierno, el Gran Felón, sin dejar de serlo puede añadir a ese apelativo otro, el de Don Corleone. 

Todo apunta a que probablemente ha sido el capo imprescindible de la corrupción sistémica que socava, emponzoña y carcome a un Ejecutivo que pasará a la historia, entre otras cosas, por ser el más corrompido y dañino, institucionalmente, de los últimos decenios. 

Cada día está más claro el porqué se agarra con uñas y dientes a su cargo. 

Es la única obsesión de este desharrapado moral para influir descaradamente en el tráfico de influencias de la Catedrática, y en los múltiples asuntos turbios que empiezan a señalarle como cabeza de los mismos, además de tratar de controlar la libertad de información para acallar los medios que no le son fieles con el proyecto: «Plan de Regeneración de la Democracia»; y a los jueces o agentes del orden que se atrevan a poner en entredicho, publicar o investigar los asuntos que le afectan.

Contemplar sus intervenciones públicas, ya sean en el Congreso o en ruedas de prensa, constituye un espectáculo insufrible: sus gestos de ira y visajes de crispación son conocidos. 

Sufrimos, sin duda, al Gobierno más opaco de toda nuestra historia reciente.

Expertísimos en levantar cortinas, no ya de fango, sino de barro espeso y maloliente, mientras coartan día a día todo tipo de libertades.

Vivimos una democracia cada día más devaluada que ya se ha destacado en la prensa internacional, sobre todo después de las últimas concesiones, vergonzosas y degradantes, a los proetarras. 

Pero atención a navegantes: cuando los socialistas sean relegados del poder por las urnas y, después de pasadas las primeras semanas de conmoción, que nadie dude que mostrarán ser la oposición más desleal y salvaje.

La situación será muy enrevesada para gestionar adecuadamente la herencia envenenada recibida; sobre todo si la derecha no opta por desmontar inmediatamente el denso campo de minas que han ido sembrando sin tregua: TC, INE, Fiscalía, Correos, TVE, Banco de España, etc., al servicio de esta izquierda apátrida y antiespañola.

Desmontar esa tela de araña espesa y despolitizar las instituciones deberán ser las tareas primordiales. Al mismo tiempo que cambiar o anular las leyes que nos desvirtúan como Estado de derecho.  

¿Será así? Hay dudas razonables, hablo por la experiencia nefasta y luctuosa de la época de Rajoy que, disponiendo de mayoría absoluta no anuló ni una sola ley ideológica de la etapa del ignominioso ZP.

De cualquier forma, va ser muy difícil sacarle de la Moncloa si la derecha, los dos partidos que la representan en estos momentos, no cejan en su enfrentamiento particular gastando fuerzas, recursos y argumentos para debilitarse mutuamente. 

Sería mucho más efectivo que, de cara a las próximas elecciones, ambas formaciones se dedicasen a explicar sus respectivos programas y, de paso, analizasen con suficiente atención la documentación que se presenta para su tramitación en el Congreso.

Dejen que el electorado saque sus conclusiones y, a la hora de cargar las tintas, hacerlo contra el enemigo común que, al fin y al cabo, es lo verdaderamente importante. 

Deberán tener en cuenta que una vez finalizado el recuento de votos, tanto PP como VOX, seguramente se necesiten y tengan que pactar, si es que de verdad quieren ver desalojado al déspota monclovita. 

Se impone un armisticio – en el sentido claro del significado de esta palabra - entre ambas formaciones. 

No es de recibo que el electorado de derechas, que anhela y demanda ver fuera del Gobierno a este personaje malvado y traidor, vea cómo se desperdician fuerzas inútilmente.

Así es que, por favor, déjense de escaramuzas cainitas y centren todos sus esfuerzos en ver que la meta primordial es despedirnos de una vez de toda esa caterva de falsarios e inútiles, de esta pesadilla social-comunista y del Gran Felón.