No hay día, no hay hora, ni un solo instante en el que no nos veamos sorprendidos por las acciones - todas contra la nación e instituciones democráticas que nos dimos los españoles - de esta turbamulta de incapaces, inútiles y fanáticos sectarios que pululan en el más numeroso e inútil consejo de Ministros de la historia de nuestra democracia.
Presididos por una desdicha; presididos por el felón más grande que ha dado nuestra nación a lo largo de todos sus años de existencia.
Sus movimientos no es que sean una huida hacia adelante; no, son una carrera permanente hacia la maldad, la estafa crónica, las mentiras y las traiciones más graves. Es su única y exclusiva forma de entender la política.
A su lado, desde el Conde D. Julián hasta Fernando VII, palidecen en su inquina por el empeño en hacer escarnio, ultraje y humillación a toda la Nación, Historia e instituciones, motivado única y exclusivamente por un solo fin: continuar en el Gobierno.
Un Gobierno débil, miserable y degradado hasta la saciedad que se ha ganado a pulso, día a día, e instante a instante, el desprecio profundo y el hastío permanente de un segmento, cada día más importante de la ciudadanía, que no soporta sus comparecencias teatrales y grotescas.
Aún no hemos visto llegar a Puigdemont triunfal y a este lacayo de la perfidia y de la felonía más abyectas, postrado a sus pies, temeroso y humillado. Un villano que besa las botas de terroristas, golpistas y corruptos malversadores de dinero público.
Si la infausta ley de Amnistía llegara a aprobarse definitivamente se habrá puesto fin a nuestro sistema democrático. Constituirá el paso más grave y hacia atrás que se perpetra contra el Estado de Derecho en muchísimos años.
Después vendrá el expolio masivo del resto de España, convirtiéndonos en un protectorado de Cataluña mientras los vascos, agazapados, esperan su momento.
Nuestros impuestos servirán para aumentar, aún más, ese tejido corrupto formado por miles de puestos en asociaciones, embajaditas y fundaciones exclusivamente independentistas que florecerán como setas en otoño, asiento de fanáticos alucinados que se habrán enseñoreado absolutamente del Estado.
Una servidumbre absoluta a los golpistas catalanes y a los socios de la ETA, entregada en bandeja de plata.
Preparémonos para ver toda una catarata de abusos, privilegios y desafueros insoportables que nos dejará como vasallos medievales a merced de Cataluña, comunidad que acaparará la mayor parte de recursos, privilegios y dádivas del resto de comunidades que serán espoliadas sin miramiento alguno, por la codicia de racistas y el beneplácito del desgobierno más entregado y dependiente jamás visto.
La ruina y desigualdad de trato con el resto de españoles será cada día más ignominiosa, más insoportable.
Por no hablar de la artimaña- como venganza personal - del tan traído y llevado lawfare. Maniobra consistente en humillar y juzgar a los jueces y agentes de la Ley que, cumpliendo con su deber, las aplicaron.
No entra en la cabeza de supremacistas y comunistas que las leyes están por encima de cualquier ciudadano y, que, las democracias se distinguen de las dictaduras por el acatamiento de las sentencias emitidas por los tribunales.
Este Gran Felón, es una desgracia. Un suceso, una mancha densa, pesada y maloliente que ha invadido e impregnado con una impronta de ambición, sectarismo y rencor todas las instituciones y, que, como aceite sucio y degradado va calando y gripando la mayor parte de ellas. Entidades que en sí equilibran, a duras penas aún, nuestro sistema democrático.
Se humilla y postra cobardemente ante los que le han aupado ahí, y ningunea al resto, dividiendo a la sociedad entre sus siervos y los que nos negamos a tal calificativo.
Hoy, somos mayoría los que nos encontramos al otro lado de ese muro con que el Gran Felón dividió a los españoles en uno de sus últimos discursos, aunque luego, siguiendo su ya larga trayectoria de mentiras, renuncios, cinismos y mendacidades, proclamase sin inmutarse – como buen psicópata – que jamás lo había dicho.
Nunca, jamás, habíamos sido testigos de una declaración de odio - pronunciada por un presidente de Gobierno - tan profunda a quienes no pensamos como él y no nos plegamos a las grandísimas vilezas que vemos diariamente.
Verle en cualquiera de las entrevistas que tiene apalabradas es irritante. La mayoría no dejan de ser un masajeo vulgar, vergonzoso y cómplice con el que adulan a este sátrapa.
Compadece ante los medios con esa actitud que oscila entre el ruego penoso y el victimismo falso e impostado, para dar paso a continuación a esa personalidad cínica, hipócrita y chulesca que todos conocemos.
Pero se le ve tocado. Sabe que no puede salir a la calle sin que le insulten y menosprecien, de ahí que haya aumentado su seguridad personal al igual que la de sus ministros.
En su estrategia totalitaria sigue con la invasión permanente de cualquier organismo que pueda utilizar para su propaganda y, dado el caso, agitación.
Han ocupado, además de múltiples organismos estatales y privados, el Legislativo, el Ejecutivo y una buena parte del Judicial, quedando – y están en una campaña feroz y sin tregua para lograr su control - el CGPJ.
Para ello han emprendido una campaña de intoxicación y mentiras, ocultando lo ordenado por la Constitución. Ésta en su Apartado 3, dice lo siguiente:
“… el Tribunal Supremo tiene veinte miembros … de estos, doce serán elegidos entre Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales … cuatro a propuesta del Congreso de los Diputados, y cuatro a propuesta del Senado…”.
Haciendo también oídos sordos a lo advertido por la UE.
Está claro que no le importaría provocar un enfrentamiento social arruinándonos la vida; en relegarnos al último lugar entre las naciones de nuestro entorno, algo que desgraciadamente en muchos aspectos ya vamos logrando, o en convertir a España en un cubil de terroristas y comunistas irredentos, haciendo alianzas con las dictaduras más sombrías.
Estamos inmersos en un momento muy delicado, protagonizado por el candidato que ha perdido las últimas elecciones generales.
Las costuras de nuestro Estado de Derecho están saltando. La degradación y extinción de nuestro sistema democrático ha ido poco a poco ejecutándose y estamos a punto de oír sus últimos estertores.
Nos esperan días desventurados en que las lamentaciones no servirán para nada, porque ni la oposición - dividida absurdamente y haciéndole el juego, por desgracia, al Gran Felón - ni las instituciones han sabido plantar cara eficazmente al gran peligro que se nos venía encima, que se veía venir y que ya casi nos ha abatido por completo.
Y, aunque la esperanza es lo último que debe perderse, ésta cuelga de un hilo cada vez más frágil y tenue. Esperanza estremecida por vientos racheados que amenazan quebrarla.
Sin embargo, resistamos al otro lado de ese muro, cada uno según su mejor modo de ver y entender.
No podemos bajar los brazos. Renunciar a esa resistencia, a esa firmeza no es opción.
Comentarios
Un fuerte abrazo.
Si me lo permites, quisiera aprovechar un párrafo de tu escrito para dejar constancia de una realidad que vivimos los catalanes, a excepción de los vividores del régimen.
Cuando escribes “ Preparémonos para ver toda una catarata de abusos, privilegios y desafueros insoportables que nos dejará como vasallos medievales a merced de Cataluña, comunidad que acaparará la mayor parte de recursos, privilegios y dádivas del resto de comunidades que serán espoliadas sin miramiento alguno, por la codicia de racistas y el beneplácito del desgobierno más entregado y dependiente jamás visto.”, quisiera remarcar que los ciudadanos de Cataluña no vamos a ‘disfrutar’ de ningún privilegio puesto que todos los recursos económicos están al servicio de los intereses de la casta política dominante y de la oligarquía empresarial que los alienta.
Nada de lo que se expolie a las finanzas del Estado se va a utilizar para tener mejor educación, mejor sanidad o mejores infraestructuras. Al contrario, va a suponer una pérdida de derechos y de libertad para el común de los ciudadanos. Por ello, quisiera insistir en la necesidad de remarcar que, cuando se habla independencia e independentismo no se habla de Cataluña sino de algunos catalanes, de muchos catalanes si se quiere; pero, en absoluto, de la mayoría de ellos.
Un abrazo.
El pesimismo va haciendo mella en nosotros, aquellos que con nuestros primeros blogs hicimos frente y contribuimos a la derrota de aquel otro personaje siniestro que gobernó durante el Zapaterato.
Pero hoy ya nada es igual, porque esta purria es indemne a las críticas, las presiones y las manifestaciones callejeras. Su ambición por el poder es tal que no hay otra cosa en su horizonte. La dictadura se presiente si esto no se remedia.
Saludos.