España se encuentra en la última fase del plan para desconectar a los españoles de cualquier vínculo con el pasado histórico de su nación. Sin embargo, hay motivos para creer que hay esperanza por muy lejana que parezca.
En la historia de las naciones europeas siempre ha habido una lucha por pura supervivencia para tratar de equilibrar los poderes con aquellas que podrían tener hegemonía sobre las demás.
En el teatro de operaciones de las guerras que en Europa libró España, se ve fundamentalmente contra Francia y, mucho después contra Inglaterra.
El mismo tira y afloja en el escenario italiano, Franco Condado, Nápoles y el Milanesado, testigos directos de esas pugnas.
España, en los años de enfrentamiento contra Francia – en suelo italiano, sobre todo – acababa de completar la Reconquista, epopeya heroica pocas veces bien contada y actualmente denostada, cómo no, por esa izquierda rompe patrias que tan bien conocemos.
Sobre todo, en los años previos a la conquista de Granada se habían desarrollado unas técnicas bélicas y unos valores que en otros lugares de Europa estaban lejos de alcanzar.
La Reconquista forjó un carácter muy peculiar, una forma de vivir y de combatir que habían de perfilar y forjar aún más, el carácter especial de los españoles que, trasladada a otros escenarios dieron como resultado unos éxitos militares como jamás, desde tiempos de las míticas campañas de Roma o Cartago, se habían vuelto a ver.
Igualmente coincidió, ese estado y estilo de vida, con el surgir, además, de un portento en las artes militares, un virtuoso de la estrategia y un líder indiscutible como fue D. Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, que reformó, adaptó y perfeccionó el arte de la guerra revolucionándolo.
Fueron unos momentos históricos tocados de ese halo especial de gracia, donde confluyeron una serie de virtudes y circunstancias que, pocas veces se ven en la historia de la humanidad.
De todas esas capacidades surgieron, como no podía ser de otra manera, unas fuerzas legendarias, invencibles, temibles: Los Tercios.
La experiencia bélica, heredada y forjada a través de esa larga lucha, unida a una organización práctica y experimentada en campos doctrinales, administrativos, logístico-operativos, tácticos y estratégicos, así como las recientes incorporaciones de las primeras armas de fuego, dotaron a esas fuerzas de una gran solidez y eficacia, con un corpus tan especial como invencible que dominaron los campos de batalla europeos durante muchos años.
Todo ese conocimiento bélico impresionante, con pequeñas variaciones, se trasladó también al Nuevo Mundo.
Y, es precisamente en los finales del XV y siglos posteriores, cuando empieza a surgir ese temor a lo que España empezaba a representar en el Orbe.
Esa alarma y esos celos, al no poder igualar nuestras gestas, conquistas, Imperio – tres siglos - organización, navegantes, firmeza y constancia combativa, que dieron origen a momentos legendarios de gloria, han sido un toque permanente de atención y, que, al no ser suficientes los ejércitos que se aliaron contra España, nuestros enemigos recurrieron a la única forma que tenían para poder vencernos y, a fe que les salió bien.
La leyenda negra y toda la sarta de intrigas, mentiras, tergiversaciones y calumnias que aún hoy nublan la razón y el intelecto a un buen número de personas; encontrándose sobre todo entre la izquierda española, podrida hasta la hez por esas consignas miserables, el refugio y reserva para seguir infundiendo patrañas, fraudes y falsedades, que han trabajado denodadamente para hundir la moral de los españoles durante estos dos últimos siglos.
Ese temor y desconfianza por el potencial que Hispanoamérica supone, por muy extraño que parezca, aún hoy está muy presente en los núcleos de decisión de las principales potencias occidentales. Testimonios no demasiado lejanos dan fe de lo que digo.
Combatirnos, basando todo en la mentira es un poderoso resorte que mantiene dividida a nuestra sociedad, procurando por todos los medios menospreciar y censurar las impresionantes hazañas llevadas a cabo por los españoles, no sólo en Europa, sino en América, Oceanía – la gran silenciada – y Asia, donde epopeya tras epopeya, hemos dado siempre una lección a esa hornada permanente de enemigos que no combaten abiertamente y a la cara, sino que a través de mentiras y una propaganda masiva, han dañado permanentemente nuestros intereses y el buen nombre de nuestros héroes.
Toda esta gran mochila, concienzudamente planeada – que nos ha ido aplastando – obedeciendo a un plan siniestro por las sucesivas reformas educativas, tienen un fin y una meta clarísimas: poner coto al conocimiento de nuestra Historia y Geografía para que, sin Historia y sin conocimiento de dónde se vive, sin conciencia del orgullo natural de pertenecer a una nación determinada, absolutamente ignorantes de su herencia, formar ciudadanos desconectados de su realidad pasada, sin apego ni conocimiento alguno al solar común de todos los españoles.
Comentarios
Muchos siguen con su odio infundado, quizás por bien pagado, pero su relato se comprueba más falso cada día. Debemos conocer nuestro pasado y sentirnos orgullosos de él.
Pero no es de recibo lo de la izquierda española que no tiene el carácter patriótico que poseen las izquierdas de otros países; el odio que tiene a todo lo que represente la tradición o los valores seculares es fruto de la ignorancia, que es muy atrevida. El error aparece por identificar tradición o valores con derecha, cuando no tendría que ser así.
Y no cambiarán porque encima creen estar en posesión de la verdad, otra característica que les acompaña siempre.
Ésto no lo quebranta nadie y menos una Izquierda rancia, comunista, repetitiva hasta la saciedad. Izquierda que no ve más allá de lo que un palmo de la mano representa, que odia todo lo ajeno y que no puede tener por; Estudios, Esfuerzo, Capacidades, Méritos, Valia y por tanto el reconocimiento de la propiedad.
El Sentimiento, el Patrimonio Nacional, la Herencia de nuestros Ancestros, nuestra Cultura, la Historia de SIGLOS, nuestra Rica Historia, no la borran ni con agua caliente.