DEL ENEMIGO EL CONSEJO.

Vivimos un momento crítico y delicado, la nación se desfleca agotada y arruinada en manos de un Ejecutivo que se asemeja a una orquesta desafinada, presidida por un director falaz al que la partitura le importa un bledo. Mucho más pendiente de sus ambiciones personales que de la interpretación de la obra. Todo un personaje vacuo, espurio y sin escrúpulos. 

Son muchos los calificativos mordaces que adornan a este sujeto, todos ciertos, e incluso algunos se quedan cortos. 

Preside un Consejo de Ministros sin ética alguna, compuesto por amorales y lacayos de la Agenda 2030. La gran mayoría - empezando por él - han llegado a la política para mejorar sus cuentas corrientes y asegurarse así en poco tiempo una cuantía de recursos materiales que, ni por su preparación ni por su bagaje intelectual merecen. 

No hace mucho leí en las redes que alguien comparaba el momento que vivimos con los del reinado de Witiza, que se presentó, según las crónicas complicado. Dada la velocidad con que se desarrollan los acontecimientos me permito corregir al buen autor de tal reflexión: ese tiempo lo hemos rebasado con creces, nos encontramos en una coyuntura que se asemeja más a los últimos años del reinado de Don Rodrigo, con la diferencia de que aquí, por desgracia, los candidatos para interpretar al obispo Don Opas son muchos y pugnan entre sí.   

 

Un presidente del desgobierno con pánico a la calle y a la realidad. 

 

Se ha convertido en poco tiempo en uno de los sujetos más aborrecidos por los ciudadanos, que se lo demuestran cada vez que tienen ocasión. 

La explicación a estos sentimientos que afloran en la mayoría obedece a una causa muy sencilla: cada día se percibe más a este hedonista psicópata como a un títere, manejado a placer por una pandilla de supremacistas, pro terroristas y rufianes con ínfulas; sometido a una caterva de chantajistas y mindundis infantiloides e histéricos, cuando no simplemente malvados, que hacen y deshacen seguros del sometimiento del déspota monclovita. 

Pero no sólo es aquí, hasta Marruecos se ufana de humillar a España de forma permanente - quizás algún día sepamos el porqué -  por no hablar de su presencia inoperante y ninguneada siempre en la UE, donde, o se dirigen a él llamándole Antonio, o le ignoran olímpicamente. 

Un lugar donde se le ve siempre fuera de sitio, y lo que es peor, de las reuniones importantes de alto nivel, en las que se deciden cuestiones cruciales de economía y estrategia.

 

Esta situación, con ser catastrófica, se agrava por la conducta de la oposición política.

 

Con asombro vemos permanentemente a Feijoo - últimamente en lo relacionado con la ley del "sí, es sí" - ofreciéndose al PSOE de manera incomprensible. 

Todos sabemos que, si la situación fuese al revés,  la Tribuna de Invitados del Congreso se llenaría de las víctimas afectadas por la puesta en libertad de sus agresores y, que, los escraches y las manifestaciones en las calles serían permanentes y constantes. 

Mientras el PSOE del Fake monclovita obra sin complejos y firma alianzas con supremacistas vascos, con los herederos de los asesinos de la ETA y con golpistas catalanes, más la extrema izquierda de Podemos, el PP de Feijoo hace melindres y se muestra como princesa ofendida en cuanto le relacionan y asemejan con la derecha de Abascal. 

Parece mentira que la derecha siga en cierta forma mendigando la aquiescencia de la izquierda en sus proposiciones, ideas e iniciativas. Es hora de actuar más decididamente, indiferente al beneplácito de la sonrisa condescendiente y de las palmaditas en el hombro que la izquierda dedicará, sólo si se le hace el juego a sus intereses.

 

Viene aquí a colación el refrán, sabio como todos, que dice: “Del enemigo el consejo”.

 

Por otro lado, el ninguneo casi insultante hacia Vox no es el camino más recomendable para cuando llegue el momento, que llegará en las citas electorales que se nos vienen encima, contar con esta formación política para desbancar de una vez a toda esta banda. 

Sigue estando lejos en los partidos de la oposición, la prioridad de hacer causa común que sirva para librarnos de la calamidad que nos abate, y que nos lleva a toda velocidad a un quebranto similar al argentino. Llegar a algún acuerdo en determinadas cuestiones es prioritario, lo cual no significa que se vaya a renunciar a la parte ideológica y medular de ambas formaciones que, de momento y mientras no se demuestre lo contrario, tienen más puntos que les unen, a los que les separan.

Cuando los que ejercen el poder van destruyendo las instituciones y lo mejor que han heredado de la Nación Española, y la oposición no atina a ejercer su papel institucional con el rigor deseable, la situación empieza a tomar un cariz preocupante y muy parecido al del vacío institucional. 

Históricamente, cuando el pueblo español se ha visto abandonado por los organismos y entidades que deberían de darle cobijo y soluciones a los problemas que le cercaban y agobiaban, ha recurrido a la heroicidad: ejemplos como el de los alcaldes de Móstoles y el Dos de Mayo abundan en nuestra historia.

Por otro lado, aquella era una sociedad diferente a la actual: consciente de su responsabilidad y concienciada de lo que significaban Patria, independencia y unidad.

 

Hoy, no nos engañemos, una porción significativa de la ciudadanía se muestra casi indiferente a la situación por la que pasamos, no digamos en determinados segmentos de la juventud, posiblemente como reacción a la desesperanza. 

Con la experiencia de que las preocupaciones e incluso los esfuerzos personales no sirven para nada, pues en los momentos clave una parte de la oposición opta por los paños calientes y un entreguismo estúpido y suicida, se toma una decisión frustrante, pero más cómoda: aislarse de los acontecimientos. 

En mi modesta opinión, para corregir estos efectos nocivos la oposición debe de transmitir confianza, vigor y una actitud suficientemente sostenida y antagónica ante este Ejecutivo. 

Una manera de obrar que de nuevo llegue, motive, incentive e ilusione a los indiferentes.