Tratar de resumir en un post la época de Fernando VII es tarea que puede presentar dos defectos: que sea demasiado escueto por la complejidad y profundidad del asunto; o bien excesivamente largo y tedioso para un post.
Intentaré guardar cierto equilibrio.
El 29 de septiembre de 1833, fallecía en el Palacio Real de Madrid Fernando VII “El Deseado”, “El Felón”, a los 49 años de edad.
Gota, sobrepeso y, seguramente ictus recurrentes, acabaron con la vida de uno de los reyes más controvertidos, nocivos, traidores y falsos de toda nuestra Historia.
Durante su reinado organizó tres golpes de Estado: contra su propio padre, Carlos IV en 1808, y dos contra la Constitución de 1812 conocida como “la Pepa”, por haber sido decretada el 19 de marzo de ese año en San Fernando, Cádiz.
Semanas antes de su fallecimiento, los médicos de la Corte habían aconsejado pasearle en un coche tirado por caballos por las calles empedradas de Madrid.
El método “terapéutico” consistía simplemente en producir un traqueteo que ayudase al pasajero a expulsar de su organismo los malos humores. Elucubraciones de la ciencia médica de la época.
Accedió al poder tras el golpe de Estado del motín de Aranjuez – el 19 de marzo de 1808 – organizado por el partido de los fernandinos que odiaban profundamente a Godoy, favorito de la Reina madre Mª Luisa de Parma quien, desde 1801 y tras su nombramiento como Generalísimo de los Ejércitos, había acumulado un extraordinario poder político.
Tras el mismo fue despojado de todos sus cargos.
Transcurridos unos meses y con la invasión francesa ya en marcha, la familia real acudió a Bayona llamada por Napoleón.
Aconsejado por el emperador, Fernando renunció de nuevo a la corona cediéndola a su padre que, a su vez, la entregó a Napoleón y éste a su hermano José I Bonaparte.
Hay que resaltar que Fernando, influenciable al máximo, también tenía su camarilla, un grupo que nunca le abandonó dados los pingües beneficios que sacaban de esa “amistad”, aunque también hubo quien pagó la cercanía a tal personaje, ya que, éste no dudaba en sacrificar cuantos peones estuvieran a su alrededor a fin de salir airoso de cualquier trance, ya fuese político, familiar o referente a la dinastía.
La invasión francesa tuvo una repercusión catastrófica en economía, agricultura, paisajes naturales, patrimonio cultural y artístico.
El ejército napoleónico actúo como una auténtica horda de bárbaros: talando bosques, arrasando sembrados, caseríos. Procedieron con tal inquina que, a día de hoy viendo los destrozos y expolio causados durante los años de guerra, parecen increíbles.
Como curiosidad destacar un hecho poco conocido. El mariscal Jean Lannes, durante uno de los sitios de Zaragoza, mandó talar una gran extensión boscosa en los alrededores de la ciudad con dos fines: obtener madera y despejar el terreno para evitar emboscadas.
Hoy, corresponde al Campo de maniobras de San Gregorio, una de las principales áreas de adiestramiento del Ejército Español.
Tampoco fue menor la sangre vertida por nuestros compatriotas, no solamente en las batallas conocidas, sino en ejecuciones sumarísimas y masivas en pueblos y ciudades con el propósito de causar miedo y sumisión a la población civil.
Esos crímenes brutales producían siempre, entre los españoles, el efecto contrario.
Al mismo tiempo constituyó un expolio masivo de numerosísimas obras de arte, calculándose en más de 1.500 los cuadros robados de palacios, casas de nobles, monasterios, etc., la quema de bibliotecas e iglesias, donde ardieron libros y tallas irreemplazables no fue menor, seguido de destrucción de monumentos y palacetes.
Resaltar aquí que este pueblo, heroico hasta la cepa, quedó completamente abandonado por sus reyes, por partes de la nobleza, del clero y del ejército.
Grupúsculos que habían claudicado ante el espejismo de una propaganda intensa y de las dádivas prometidas por Emperador.
Durante la invasión francesa este pueblo reaccionó como nadie en Europa hubiera supuesto, mucho menos Napoleón.
Una parte de ese mismo clero, del ejército y un sector mayoritario de la aristocracia unificaron criterios de forma unánime y espontánea con un único fin – que actuó como soldadura – el de arrojar al invasor costase lo que costase.
Para ello se formaron Juntas Locales, dependientes de la Junta Suprema Central encargada de coordinar la resistencia y gestionar el país en ausencia de la monarquía, marcando el inicio de la Guerra de la Independencia donde los guerrilleros tuvieron un destacado protagonismo.
Sobresalieron, Espoz y Mina, cruelmente ejecutado más tarde; Juan Martín Díaz el Empecinado y un largo etc., sin faltar religiosos, como el Cura Merino y el Cura de Villahoz.
Muchas religiosas apoyaron la resistencia de manera indirecta, proporcionando refugio, información y suministros a los guerrilleros, que constituyeron una pesadilla para los ejércitos del Emperador.
Los generales franceses fueron sorprendidos y, poco a poco, con los que permanecieron fieles a la Nación, más la ayuda recibida desde Inglaterra en la persona de Wellington y los soldados traídos desde Gran Bretaña, lograron triunfos sonados y al final la derrota total del ejército más poderoso del mundo conocido.
Hasta el propio Napoleón tuvo que venir en persona a rectificar y dirigir la campaña.
Por parte española destacaron entre otros, los generales: Castaños, Palafox y Álvarez de Castro.
Como era de esperar esa inestabilidad política se contagió inmediatamente por la América Hispana, con algunos de los territorios en franca rebeldía y aspirando a la independencia.
Destacar que en ese tiempo se instaló y enraizó profundamente la masonería. El asentamiento de las principales logias, que fueron en un principio refugio de los liberales, se rebeló inmediatamente como decisivo al azuzar los pronunciamientos militares de Riego, Torrijos y un largo etc.
Liberales y absolutistas mantuvieron una pugna terrible e inestable y, tras la Pragmática Sanción, el comienzo casi inmediato tras la muerte del rey, de las guerras carlistas.
Guerras que ensangrentaron nuevamente a España durante demasiados años, desde la regencia de María Cristina y reinado de Isabel II, hasta Alfonso XII.
El origen de las mismas se debe al decretar el rey la Pragmática Sanción que derogaba la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres.
Fernando se había casado cuatro veces sin conseguir descendencia. Sólo tuvo dos hijas en su último matrimonio, Isabel, primogénita, y Luisa Fernanda.
Su hermano, Carlos María Isidro, vio frustrado sus deseos de acceso al trono y ahí empezó todo. En su lugar la regente María Cristina puso los pilares de la monarquía constitucional en nuestro país.
A pesar de todo esto a Fernando VII el pueblo le motejó “el Deseado” tras su retorno a España en 1814, después de su estancia en Francia.
Veían en él la recuperación de la libertad española tras la guerra de la Independencia. No encarnaba a la persona, era la institución.
Esa institución – la Monarquía - en la que todo el pueblo se veía representado, protegido y unido.
Llega ahora el turno de describir una de las particulares más llamativas y desconocidas de Fernando VII y, que, sin duda, tuvo muchas más repercusiones de lo que a simple vista podría pensarse en el asunto de la descendencia.
Padecía un defecto físico denominado macrofalosomía, anormalidad congénita que consiste en un desarrollo excesivo de los órganos genitales.
Esa irregularidad puede ocasionar problemas para la realización del débito marital por sus dificultades para lograr la erección total dificultando por ello la penetración.
Su tamaño desmesurado ocasiona en la mujer dispareunia.
Está descrito que Fernando VII, para mantener relaciones sexuales con la reina María Cristina, se servía de una almohadilla con un agujero en la parte central.
Que la macrosomía genital tuvo implicaciones en la vida del rey, que no pudo, a pesar de los cuatro matrimonios tener descendencia lográndolo sólo con María Cristina de Borbón – el último – con quien logró tener dos hijas, no deja lugar a dudas; las crónicas señalan que sus primeras esposas sufrieron desgarros internos, algunos de ellos con graves complicaciones.
Sobre esta cuestión los psiquiatras freudianos tendrían materia abundante para hacer, no ya un doctorado sobre su personalidad, sino varios ensayos sesudos.
Seguramente existirá más de uno, aunque personalmente lo desconozco.
Otra empresa desastrosa – y no demasiado conocida – en la conducta de este nefasto personaje, fue la adquisición de nuevos navíos para la Armada que, desde la adversa batalla de Trafalgar había quedado diezmada.
Urgía por la necesidad de la comunicación con América, no sólo en el envío de tropas de socorro para tratar de sofocar las rebeliones que se multiplicaban, sino para el transporte de mercancías entre ambos continentes.
Fue entonces cuando una camarilla real, un grupo de serviles aduladores y ventajistas muy próximos a Fernando VII decidió con él la compra al Zar Alejandro I de Rusia de navíos de guerra por la nada desdeñable cantidad de 68.000.000 de reales, todo esto sin el conocimiento de los Ministerios de Marina, Hacienda y Exteriores.
Barcos podridos e inservibles, tanto que cuando llegaron a las costas españolas algunos se hundieron, una estafa en toda regla, donde las comisiones y mordidas fueron abundantísimas. Nada nuevo bajo el sol.
Tras su fallecimiento el pueblo comentaba una de sus frases lapidarias: “España es una cerveza, y yo soy el tapón. Cuando yo me vaya, esto estalla”.
Está sepultado en El Escorial en el Panteón Real.
Comentarios
Sólo falta que nos invadan de nuevo los gabachos, pero es difícil. Más bien, la invasión vendrá de otros sitios.
Muy curioso. Es inevitable no compararlo con el señor "Antonio Sánchez".
Fdo EDS
Gracias por el interés de mostrar esta cara oculta de una monarquía que flaco favor hizo a su pueblo.
Como seguidor de su blog le felicito, lo descrito capta la esencia de una época turbulenta, describiendo de manera vívida cómo el pueblo español se levantó contra los actos vandálicos, las rapiñas y las masacres perpetradas por las tropas napoleónicas.
Además, el estilo es accesible y cautivador, lo que facilita la comprensión de los acontecimientos históricos y mantiene el interés del lector de principio a fin. En definitiva, es un relato que no solo informa, sino que también inspira admiración por el espíritu indomable del pueblo español en su lucha por la libertad y la independencia de España. Gracias.